Excusas curiosas para una derrota
Publicado: 22 May 2018 21:44
Hay generales que, a la hora de justificar una derrota, encuentran explicaciones realmente originales. Por ejemplo, en la batalla de la Albuera, en la Guerra de la Independencia, el mariscal Soult se enfrentó a una fuerza anglo-hispano-portuguesa comandada por el general británico Beresford y el español Blake. La verdad es que Soult maniobró muy bien, fintando un ataque contra el centro aliado para luego intentar envolver el flanco de Blake y finalmente intentar romper el punto de unión de españoles y británicos. Pero se encontró con la resistencia decidida de los tres miembros de la alianza que aguantaron sin desfallecer los ataques franceses. Por ejemplo, la división del general español Zayas, que protegía el flanco, soportó durante horas los ataques de dos divisiones de infantería y una de caballería francesas hasta que Beresford y Blake pudieron mandarle refuerzos. La caballería portuguesa se enfrentó a fuerzas muy superiores francesas, de manera que los mejores jinetes franceses no estuvieron disponibles para atacar la línea aliada, y los ingleses, que aguantaron la fase final de los ataques franceses, también resistieron con valor y sin descomponer sus líneas. Finalmente, Soult tuvo que retirar su ejército en dirección a Andalucía, aunque se trató de una victoria bastante pírrica, pues las fuerzas de Beresford y Blake estaban tan agotadas que no pudieron perseguir a Soult.
Cuando Soult escribió su parte de batalla para Napoleón, dijo: "Había envuelto su flanco y perforado su centro, los tenía completamente derrotados. Pero eran tan obtusos que no se dieron cuenta de ello y siguieron luchando".
El general británico sir Redvers Buller, que mandaba las fuerzas británicas en la Guerra de los Boers, tampoco se queda atrás. Buller estaba desconcertado por las tácticas boer de emboscadas, ataques rápidos y gran movilidad, apoyadas por los excelentes fusiles Mauser que utilizaban. La serie de derrotas que sufrió hizo que la prensa londinense le apodara "sir Reverse Bullet" (algo así como "Tiro por la Culata").
Pues Buller se justificaba así: "Los boers no son deportivos. En lugar de combatir a pie firme, se esconden tras árboles y piedras, disparan apuntando, y luego se escapan montados en sus pequeños ponis".
Claro que la de Felipe II de "Yo envié a mis naves a luchar contra los hombres, no contra las tempestades" no está mal, pues, sin ser mentira, no es toda la verdad. Cierto que la Armada Invencible tuvo mala suerte, pero también lo es que su almirante, el Duque de Medina-Sidonia, no era el más adecuado para el puesto, que el mismo lo sabía y que le pidió varias veces el relevo a Felipe II, a lo que el monarca siempre se negó. Pero Felipe II encontró la manera de disimular sus propios errores con una frase brillante.
Cuando Soult escribió su parte de batalla para Napoleón, dijo: "Había envuelto su flanco y perforado su centro, los tenía completamente derrotados. Pero eran tan obtusos que no se dieron cuenta de ello y siguieron luchando".
El general británico sir Redvers Buller, que mandaba las fuerzas británicas en la Guerra de los Boers, tampoco se queda atrás. Buller estaba desconcertado por las tácticas boer de emboscadas, ataques rápidos y gran movilidad, apoyadas por los excelentes fusiles Mauser que utilizaban. La serie de derrotas que sufrió hizo que la prensa londinense le apodara "sir Reverse Bullet" (algo así como "Tiro por la Culata").
Pues Buller se justificaba así: "Los boers no son deportivos. En lugar de combatir a pie firme, se esconden tras árboles y piedras, disparan apuntando, y luego se escapan montados en sus pequeños ponis".
Claro que la de Felipe II de "Yo envié a mis naves a luchar contra los hombres, no contra las tempestades" no está mal, pues, sin ser mentira, no es toda la verdad. Cierto que la Armada Invencible tuvo mala suerte, pero también lo es que su almirante, el Duque de Medina-Sidonia, no era el más adecuado para el puesto, que el mismo lo sabía y que le pidió varias veces el relevo a Felipe II, a lo que el monarca siempre se negó. Pero Felipe II encontró la manera de disimular sus propios errores con una frase brillante.