Los olvidados de Filipinas
Publicado: 22 Abr 2016 22:00
Un libro que acabo de leer y que me ha gustado y por tanto recomiendo:
Los olvidados de Filipinas de Lorenzo Mediano
El autor es bisnieto de uno de los protagonistas, el teniente Mariano Mediano, uno de los varios miles de soldados españoles que quedaron prisioneros en la jungla de Filipinas después de que España se retirara de allí y los abandonara. A los que se recuerda siempre como los "ultimos de Filipinas", en realidad no fueron los últimos ...
La historia de su bisasabuelo (el de la barba larga en la foto) y sus compañeros de cautiverio la relata de forma novelada, en base a los recuerdos familiares y lo investigado en los archivos militares y otros:


https://www.lorenzomediano.es/obra-los-o ... pinas.html
Esta es una biográfía del teniente Mediano:
https://www.ejercito.mde.es/Galerias/mul ... to_835.pdf
TENIENTE MARIANO MEDIANO VILAS.
EL ÚLTIMO HÉROE DE FILIPINAS
REVISTA EJÉRCITO • 835 NOVIEMBRE • 2010 119
En septiembre de 1899 llegaron a España los «últimos de Filipinas», los héroes de
Baler que protagonizaron una de las gestas más heroicas y brillantes de la guerra que
terminó con los restos de nuestro antiguo imperio. Pero, ¿fueron esos valientes realmente
los «últimos de Filipinas» o tendríamos que dar el mismo título a algunos «rezagados»,
soldados españoles que volvieron algún tiempo después y que la Historia prácticamente
ha olvidado?
Mariano Mediano Vilas había nacido en Peralta de la Sal (provincia de Huesca) el 13
de abril de 1866. Cuando decidió ir voluntario a Filipinas, no podía imaginar el infierno
que le aguardaba. Dejaría su tranquilo destino con un futuro prometedor en los alabarderos
de la Guardia Real para ir a servir donde su honor se lo demandaba y donde en
aquellos momentos España más necesitaba a sus valientes hijos, Cuba y en el caso de
Mariano, las Islas Filipinas.
Al llegar a Manila pidió ser destinado al Batallón de Cazadores Nº 8. Durante su estancia
en el Batallón participó en los combates del monte Arayat donde los tagalos se
habían hecho fuertes. Los españoles, bajo una intensa lluvia, tuvieron que atacar a la
bayoneta prácticamente escalando las faldas de la colina que estaban completamente
embarradas. Aquella acción supuso cerca de doscientos muertos y algunos cuerpos no
pudieron ser recuperados al caer en barrancos casi inaccesibles.
Tras recuperarse de la batalla, Mariano solicitó ser destinado a la Guardia Civil (en
aquel tiempo era posible pasar de Infantería al Benemérito Cuerpo). Su paso por esta
fue casi tan duro como su primer destino, pues con sus hombres se dedicó durante meses
a recorrer la selva filipina en busca de rebeldes. Regresó otra vez a su Arma de origen
y su nuevo destino fue el Batallón Expedicionario Nº 12 en el poblado de Tayabas.
Su jefe de batallón era el comandante Pacheco, otro héroe de aquella guerra que ganó la
Cruz Laureada de San Fernando.
Tiempo después de presentarse en Tayabas, comenzó una nueva insurrección filipina. Varios
miles de tagalos cercaron a los 400 españoles de la guarnición que resistieron un sitio de
76 días, 52de los cuales bajo constante fuego enemigo, prácticamente sin comida, padeciendo
todo tipo de penurias y enfermedades, y rechazando varias veces la conminación a rendirse
que les hacían los filipinos. Al final, tras más de dos meses de resistencia y sin posibilidad
alguna de recibir refuerzos, negociaron la capitulación. El enemigo les rindió honores
por el valor demostrado.
Mariano con otros oficiales y soldados prisioneros (entre ellos el teniente Alejandro Viamonte
con el que entablaría una gran amistad) fueron llevados a Tanauán. A pesar de lo firmado
en la capitulación con el general filipino Malvar, el trato que recibieron los españoles
fue cruel e inhumano. Mariano se quejó de la comida y su carcelero, un capitán del recién
creado Ejército filipino le acusó de impostor y de ser un fraile por la poblada y rojiza barba
que se había dejado. En una gran mayoría de filipinos había un odio visceral hacia los frailes
españoles, debido a los abusos que muchos de estos (hombres sin vocación que habían entrado
en la vida religiosa para borrar su oscuro pasado) habían cometido contra la población.
Mariano fue juzgado y condenado a muerte. Llevado ante el pelotón de ejecución le salvaron
las dudas que asaltaron a su carcelero, cuando el resto de españoles le gritaron que si lo mataba,
él sería juzgado por asesinato.
En días posteriores un sargento filipino supo de lo sucedido. Al anochecer sacó de la celda
a Mariano para comprobar si era un fraile y al verle con aquel aspecto de asceta creyó que
era sin lugar a dudas un «fraile maldito». Amarró a Mariano a un árbol, le vendó los ojos y
fue a buscar soldados para ajusticiarlo. Sin embargo, algunos de aquellos se negaron a hacerlo
porque ya habían formado parte del primer pelotón dos días antes y temían futuras represalias.
Cuando algún tiempo después se escapó de prisión el comandante Pacheco, el capitán filipino
que los custodiaba como represalia simuló el fusilamiento de varios españoles, entre
ellos el de Mariano, que adivinaron el juego del carcelero al escuchar el clic del percutor sin
que estallara el fulminante del proyectil. Aquel fue el tercer fusilamiento de nuestro héroe.
Trasladado posteriormente a Rosario, las penurias no cesaron hasta que Mariano, el oficial
más antiguo de los trasladados a la nueva prisión les propuso a sus carceleros hacer trabajos para
el pueblo a cambio de una comida mejor. No obstante, encerrados inicialmente en una cisterna
enterrada en el suelo tuvieron que ver como otros tres españoles morían ahogados cuando
la cisterna se llenó de agua después de unas fuertes lluvias, salvándose Mariano por su elevada
estatura. Tras 17 meses de cautiverio, a principios de 1900 fueron liberados por lo americanos.
A su llegada a España el 22 de febrero de ese mismo año, Mariano comprobó que las pagas
atrasadas que le correspondían suponían un monto total menor que el que habría recibido
si hubiese permanecido en la Guardia Real y que sus compañeros de los alabarderos habían
ascendido dos veces mientras que él solo había pasado de segundo teniente a teniente.
Además, le habían concedido dos cruces rojas al mérito militar y la medalla de sufrimientos
por la patria cuando a los capitanes que estuvieron en Tayabas y que no pasaron el cautiverio,
ya que fueron evacuados cuando resultaron heridos, les habían concedido la medalla de
María Cristina de mayor importancia. Ante aquellas injusticias Mariano abandonó el Ejército
para siempre y nunca recibió sus condecoraciones.
Murió la Navidad de 1925. Su amigo Alejandro Viamonte consiguió que una sección de
Infantería y una banda de música militar le rindieran honores en su entierro.
En octubre del año 2000, el Capitán General de Cataluña hizo entrega a sus descendientes
de las medallas que había ganado el teniente Mediano Vilas por su actuación en Filipinas.
Por fin, su patria y la historia hacían justicia a Mariano.
Los olvidados de Filipinas de Lorenzo Mediano
El autor es bisnieto de uno de los protagonistas, el teniente Mariano Mediano, uno de los varios miles de soldados españoles que quedaron prisioneros en la jungla de Filipinas después de que España se retirara de allí y los abandonara. A los que se recuerda siempre como los "ultimos de Filipinas", en realidad no fueron los últimos ...
La historia de su bisasabuelo (el de la barba larga en la foto) y sus compañeros de cautiverio la relata de forma novelada, en base a los recuerdos familiares y lo investigado en los archivos militares y otros:


https://www.lorenzomediano.es/obra-los-o ... pinas.html
Esta es una biográfía del teniente Mediano:
https://www.ejercito.mde.es/Galerias/mul ... to_835.pdf
TENIENTE MARIANO MEDIANO VILAS.
EL ÚLTIMO HÉROE DE FILIPINAS
REVISTA EJÉRCITO • 835 NOVIEMBRE • 2010 119
En septiembre de 1899 llegaron a España los «últimos de Filipinas», los héroes de
Baler que protagonizaron una de las gestas más heroicas y brillantes de la guerra que
terminó con los restos de nuestro antiguo imperio. Pero, ¿fueron esos valientes realmente
los «últimos de Filipinas» o tendríamos que dar el mismo título a algunos «rezagados»,
soldados españoles que volvieron algún tiempo después y que la Historia prácticamente
ha olvidado?
Mariano Mediano Vilas había nacido en Peralta de la Sal (provincia de Huesca) el 13
de abril de 1866. Cuando decidió ir voluntario a Filipinas, no podía imaginar el infierno
que le aguardaba. Dejaría su tranquilo destino con un futuro prometedor en los alabarderos
de la Guardia Real para ir a servir donde su honor se lo demandaba y donde en
aquellos momentos España más necesitaba a sus valientes hijos, Cuba y en el caso de
Mariano, las Islas Filipinas.
Al llegar a Manila pidió ser destinado al Batallón de Cazadores Nº 8. Durante su estancia
en el Batallón participó en los combates del monte Arayat donde los tagalos se
habían hecho fuertes. Los españoles, bajo una intensa lluvia, tuvieron que atacar a la
bayoneta prácticamente escalando las faldas de la colina que estaban completamente
embarradas. Aquella acción supuso cerca de doscientos muertos y algunos cuerpos no
pudieron ser recuperados al caer en barrancos casi inaccesibles.
Tras recuperarse de la batalla, Mariano solicitó ser destinado a la Guardia Civil (en
aquel tiempo era posible pasar de Infantería al Benemérito Cuerpo). Su paso por esta
fue casi tan duro como su primer destino, pues con sus hombres se dedicó durante meses
a recorrer la selva filipina en busca de rebeldes. Regresó otra vez a su Arma de origen
y su nuevo destino fue el Batallón Expedicionario Nº 12 en el poblado de Tayabas.
Su jefe de batallón era el comandante Pacheco, otro héroe de aquella guerra que ganó la
Cruz Laureada de San Fernando.
Tiempo después de presentarse en Tayabas, comenzó una nueva insurrección filipina. Varios
miles de tagalos cercaron a los 400 españoles de la guarnición que resistieron un sitio de
76 días, 52de los cuales bajo constante fuego enemigo, prácticamente sin comida, padeciendo
todo tipo de penurias y enfermedades, y rechazando varias veces la conminación a rendirse
que les hacían los filipinos. Al final, tras más de dos meses de resistencia y sin posibilidad
alguna de recibir refuerzos, negociaron la capitulación. El enemigo les rindió honores
por el valor demostrado.
Mariano con otros oficiales y soldados prisioneros (entre ellos el teniente Alejandro Viamonte
con el que entablaría una gran amistad) fueron llevados a Tanauán. A pesar de lo firmado
en la capitulación con el general filipino Malvar, el trato que recibieron los españoles
fue cruel e inhumano. Mariano se quejó de la comida y su carcelero, un capitán del recién
creado Ejército filipino le acusó de impostor y de ser un fraile por la poblada y rojiza barba
que se había dejado. En una gran mayoría de filipinos había un odio visceral hacia los frailes
españoles, debido a los abusos que muchos de estos (hombres sin vocación que habían entrado
en la vida religiosa para borrar su oscuro pasado) habían cometido contra la población.
Mariano fue juzgado y condenado a muerte. Llevado ante el pelotón de ejecución le salvaron
las dudas que asaltaron a su carcelero, cuando el resto de españoles le gritaron que si lo mataba,
él sería juzgado por asesinato.
En días posteriores un sargento filipino supo de lo sucedido. Al anochecer sacó de la celda
a Mariano para comprobar si era un fraile y al verle con aquel aspecto de asceta creyó que
era sin lugar a dudas un «fraile maldito». Amarró a Mariano a un árbol, le vendó los ojos y
fue a buscar soldados para ajusticiarlo. Sin embargo, algunos de aquellos se negaron a hacerlo
porque ya habían formado parte del primer pelotón dos días antes y temían futuras represalias.
Cuando algún tiempo después se escapó de prisión el comandante Pacheco, el capitán filipino
que los custodiaba como represalia simuló el fusilamiento de varios españoles, entre
ellos el de Mariano, que adivinaron el juego del carcelero al escuchar el clic del percutor sin
que estallara el fulminante del proyectil. Aquel fue el tercer fusilamiento de nuestro héroe.
Trasladado posteriormente a Rosario, las penurias no cesaron hasta que Mariano, el oficial
más antiguo de los trasladados a la nueva prisión les propuso a sus carceleros hacer trabajos para
el pueblo a cambio de una comida mejor. No obstante, encerrados inicialmente en una cisterna
enterrada en el suelo tuvieron que ver como otros tres españoles morían ahogados cuando
la cisterna se llenó de agua después de unas fuertes lluvias, salvándose Mariano por su elevada
estatura. Tras 17 meses de cautiverio, a principios de 1900 fueron liberados por lo americanos.
A su llegada a España el 22 de febrero de ese mismo año, Mariano comprobó que las pagas
atrasadas que le correspondían suponían un monto total menor que el que habría recibido
si hubiese permanecido en la Guardia Real y que sus compañeros de los alabarderos habían
ascendido dos veces mientras que él solo había pasado de segundo teniente a teniente.
Además, le habían concedido dos cruces rojas al mérito militar y la medalla de sufrimientos
por la patria cuando a los capitanes que estuvieron en Tayabas y que no pasaron el cautiverio,
ya que fueron evacuados cuando resultaron heridos, les habían concedido la medalla de
María Cristina de mayor importancia. Ante aquellas injusticias Mariano abandonó el Ejército
para siempre y nunca recibió sus condecoraciones.
Murió la Navidad de 1925. Su amigo Alejandro Viamonte consiguió que una sección de
Infantería y una banda de música militar le rindieran honores en su entierro.
En octubre del año 2000, el Capitán General de Cataluña hizo entrega a sus descendientes
de las medallas que había ganado el teniente Mediano Vilas por su actuación en Filipinas.
Por fin, su patria y la historia hacían justicia a Mariano.