El otro día, revisando el foro y en concreto el post de las fotos del Lusitania, me vino a la cabeza recordar algunas notas anecdóticas sobre aquellos años del Lusitania en los que los medios no eran ni por asomo los de ahora y es una cosa que quiero contar, algunas de ellas que se que a muchos de los “veteranos” del Lusitania y del foro les traerá buenos recuerdos.

1.- Los medios.
Se podía contar mucho, muchísimo sobre este tema, pero no lo hare pues muchos ya sabéis que los medios eran lo que había y con ellos teníamos que luchar y sacar adelante el Rgto., y llevar cabo los programas de instrucción y la preparación diaria, así que comentare poco y al final.

2.- Los sufridos exploradores y los de protección.
Siempre me acuerdo de aquellos tiempos, porque yo tuve la grandísima suerte de estar siempre en carros, y no padecer las penurias y el “puteo”, del pobre fusilero de exploradores y protección.
Era cómico, verlos si era en invierno, con la gabardina ¾ puesta sobre el uniforme y con aquellas trinchas de lona que les hinchaba el pecho que parecían que iban a explotar, con el casco puesto, algunos sin correas para sujetárselo o las tenían rotas y más si tenían que llevar los cargadores y la cantimplora y la mochila aquella asquerosa de lona gruesa.
Ya para subir a los CJ tillas les costaba al moverse,mas armaduras medievales que equipo de combate. Pero, y para bajar?. O para tirarse en marcha? Eso sí que era cómico.
Ya de por si, como fueran por todo terreno, los Jeeps o los CJs – conocí los dos – votaban que era la leche y te veías a los pobres chavales, pegando botes en la caja del cochecillo, rezando para que no se cayeran al suelo. Pero llega el momento de desplegar. Ahí llega el infierno.
Te ves a ese que se engancha con la cadenilla de la portezuela – OSTIAZO en el suelo – al saltar, el otro que cae de narices y se mete el tubo del CETME hasta el hígado, o se escuerna con el casco y se le clava la cantimplora en la entrepierna. O aquel otro que se engancha el correaje en un gancho del CJ al saltar y se lo lleva el coche 10 metros hasta que se oyen los gritos de agonía del pobre desgraciado.
Y el despliegue era ya el sumun. Cada uno cogía una dirección diferente, el sargento se desgañitaba pegando voces y gritos – todo eso muy táctico – y tirando piedras a uno y otro, eso sino atropellaba algún CJ en su operación de retroceder a retaguardia, a algún desgraciado que estaba tumbado en el suelo.
Pero es que subir en marcha, ya era el toque final. El coche pasaba a su lado, el explorador intenta subir al coche en marcha, calcula mal y otro OSTIAZO de cara al suelo, el casco rodando por el suelo a 10 metros, el CETME arrastrando, sino perdido más atrás y con suerte que no te dejaras los piñones, muelas y molares en el canto de la puerta del vehículo o le metieras el cañón por el cogote al jefe de vehículo o al conductor y si subían bien, se agarraban donde podían, eso, si no enculaban al compañero “binomio” al subir o caían los dos de rodillas en la caja del coche con las espinillas echas mierda.

Ya recompuesto el pelotón o lo que quedaba de el – llegaba el momento del movimiento por el campo. Pa cagarse (perdón).
El sargento – los exploradores tenían sargentos de jefe de pelotón – daba la orden de moverse, los cabos ordenaban a sus escuadras y hay empezaba el drama.
Para levantarse, con el ¾, el casco que se les caía al levantarse, la cantimplora que se les venía adelante, y un largo etc., hacia que levantarse fuera un drama, pero claro, al llegar al sitio del sato, se tenían que tirar al suelo, resultado, rodillas machacadas, codos pelados, los nudillos de las manos pa que contar, sudando como gorrinos, eso es si no llovía y había barro, que ya era el toque final. Pobres chavales. Lo malo era cuando había un alto para comer o para pasar la noche o un rato a la espera y estaba lloviendo. A nosotros los carristas, nos daban pena la pobre gente, la verdad.
Pero es que los de Protección con su Dodge ¾, le pasaba lo mismo. Estos aun tenían la suerte que iban siempre detrás de nosotros y si nosotros parábamos en el despliegue, ellos tan solo tenían que parar, bajar y desplegar a nuestro alrededor. Pero a pesar de eso, también las pasaban canutas, porque muchas veces nos tocaba salir escopeteados y ellos tenían que subir rápido y aunque el vehículo era más ancho, pero eran mas y los trancazos de uno contra otro, era el pan nuestro de cada día. No es el primer caso de un tío que le metía el cañón del CETME por la boca, o en la barriga a otro, por no decir en otro sitio.
Pero ¡ojo!, todo hay que decirlo, al menos estos cuando bajaban sabían donde tenían que ir, porque cuando nos dieron los TOAs, los de protección, hasta que no cogieron instrucción era la caraba verlos salir. Aparte que salían del TOA, acarajotados perdidos, unos se iban para Albacete, otros para Sevilla y el resto hacia diversos puntos cardinales, TOTALMENTE sin rumbo ninguno. Así que el Cabo 1º de pelotón, se volvía loco pegando gritos gesticulando con la mano ¡palante joder, palante!. No había manera, ni los cabos se aclaraban. Otros salían en dirección contraía al eje de progresión y se tiraban tan ricamente al suelo, pensando que lo hacían bien y tu desde la torre del carro, diciéndoles que no que “los malos” estaban para el otro lado. Qué risa.
Y esperaros, que como a los carros nos tocase hacer cortina de humo, ya era para morirse, porque la gente se iba de u lado a otro sin saber para donde ir y donde tirarse y como no veían a sus jefes de escuadran, se armaba la de Dios, eso es si no teníamos la precaución de no pisar a ninguno como ya estuvo a punto de pasar varias veces.
Y se me ha olvidado el detalle de la MG42. Aquellos pobres “infelices” que les tocaba llevar la MG42 a cuestas, esos la tenían clara. Para tirarse al suelo en marcha, primero llegaba la MG y después ellos y se daban unos besos entre los dos de pánico. Y para subir, más de uno se dejaba los cuernos con la maquina. Pero en protección, el que le tocaba llevar además del CETME, las cajas de munición y el tubo de respeto, ese solía ser “malabarista”, para manejarse con todo el “instrumental” de combate. Pobres infelices.

Yo estaba en el Pelotos de Armas de Apoyo(MG-42 y el Lanzagranadas Instalaza)y si dificil era salir del TOA joder volver a subir por esa rampa no era nada facil, Gracias Her

Los morteristas.
Estos si que eran los señoritos. Llevaban su Dodge ¾, su mortero ECIA de 120 mm sobre su carrillo y tan ricamente al final de toda la sección. Que les decían para y colocar el mortero, pues nada, a montarlo y listo, que había que salir petao, pues placa al carrito, tubo atado y al ataque de frente. Y ya no digo nada cuando el mortero fue sobre un TOA M125. Se tocaban las “narices” a dos manos. Lo único fastidioso, era cuando tenían el mortero remolcado y tenían que emplazarlo de verdad para el tiro. Se tenían que desriñonar haciendo el asentamiento para el cacho placa base y como tuviesen que tirar de verdad, luego para sacarla, las pasaban canutas. A veces tenían que tirar con una cuerda con la Dodge.
Lo malo de aquellos años, era el material de acampada que teníamos. Era miserable, poco y malo, pero era lo que teníamos y punto.
Recuerdo que las tiendas eran las típicas alemanas de una pieza triangular con su correspondiente trozo de palo y dos piquetas. O la lona tenia mas “bujeros” que un queso de gruyer, o el palo estaba casi roto o medio carcomido, pero nunca o casi nunca conseguíamos tener una tienda completa. Por lo general los carristas dormíamos por tripulaciones, juntos y teníamos la ventaja de tener la lona del carro y si era en invierno crudo o lluvioso, con el cañón del carro a las 3 o a las 9 y la lona hacíamos una tienda de campaña de maravilla.
Los primeros sacos, eran simplemente sacos que tenían un grosor de no mas 1 cm., no calentaban nada y se calavan enseguida.
Mi primera colchoneta fue unas fundas en forma de saco que era de tela de sacos de patata, que teníamos que rellenar con paja que nos daban – si las maniobras eran GRANDES – de intendencia o con hierba del monte y listo. Y como te tocara dormir todo el pelotón mas otro pelotón mas, en una cónica durante 5 ó 6 días, aquello era pa morirse.
16 ó 18 tíos, sudados, oliendo a grasa y humo de motor, llenos de polvo, más los correspondientes gases estomacales, era espeluznante. Pero llegábamos a la noche tan cansados que se aguantaba todo. Lo importante era la camaradería y eso gracias a Dios y al espíritu y la forma de ser de los españoles no faltaba.

El vestuario. Que podría decir que muchos que me leéis no recordareis, ya pasados esos años, con humor y nostalgia.
Mi primer uniforma de carrista, era el formado por el típico pantalón y la chaquetilla de color azul, descolorida, porque había pertenecido a otro carrista ya licenciado y como los brigadas de escuadrón lo recogían todo, pues te daban estos y se guardaban los nuevos para los desfiles. Mi madre me lo tuvo que arreglar porque era el modelo de chaquetilla larga en lugar de la corta y estaba hecho unos zorros, pero era mi primer uniforme de carros y mi primera gorra carrista fue la de “barco” azul, ya que la boina hasta que no terminabas el “curso” de carros no te la daban. Y os acordáis, la ilusión que nos daba ponernos aquellas chapas ovalada con el anagrama de un carro Panzer I las primeras y luego un Panzer III las ultimas. Eso quería decir que ya habías realizado tu curso de carrista y ya eras “veterano”. Y la ilusión que teníamos de ir por la calle con nuestro uniforme y la chapa azul o roja – los de infantería – con el emblema del carro en el pecho.
Pero no la llevábamos de regalo, puesto que nuestro destino era duro, muy duro, porque mientras los exploradores, los de protección o los de morteros, llegaban del campo, aparcaban sus vehículos y entregaban el armamento, nosotros, los carristas, teníamos que recoger la gran cantidad de equipo y herramienta que el carro, lavarlo, repostarlo y dejarlo en condiciones, porque el carro ERA LO PRIMERO, después nosotros, porque así estaba escrito, así nos lo enseñaron, así lo exigíamos los que después fuimos jefe de carro, y así es el es espíritu de la caballería. Eso si no teníamos que disparar. Eso representaba, tener que recoger toda la munición sobrante – que era poca o ninguna – limpiar las armas, sobre todo el cañón que llevaba su tiempo y desmontar el cierre del cañón pieza a pieza, limpiarlo y dejarlo engrasado.
Por eso, mucha gente no nos envidiaba nuestro destino. Era duro de verdad, siempre lleno de grasa y polvo y en maniobras, mientras el resto del escuadrón, se lavaban para la comida o descansaban, nosotros a revisar y mantener el carro, eso dando gracias de no tener una averia gorda, que significaba, olvidarse de la comida y el descanso y hacerlo cuando el carro estuviese reparado y listo. Qué maravilla, que tiempos, cuanto lo echo de menos.
Y como tocara desfile importante, ya olvídate de salir de paseo. Mañana y tarde lavando los carros hasta la saciedad y el último rincón y preparándolos para pintar y luego repasar y volver a limpiar y volver a repasar y limpiar y así hasta el momento del desfile.
Eso sí, te ponías tu uniforme azul, con tu chapa de carros, tu pañuelo azul, tu cordón rojo, amarillo o blanco, según escuadrón, los guantes blancos te subías a tu maquina, te encasquetabas la boina y los auriculares o más tarde el casco integral y desfilabas delante de las autoridades y el personal civil con el orgullo del trabajo bien hecho y me acordaba muchas veces de lo que sentirían aquellos fantásticos carristas alemanes cuando desfilaban por las grandiosas avenidas de Berlín o por algún otro sitio de Alemania o de Europa, ORGULLO, sentimiento de PODER y pertenecer a una “elite”. LOS CARRISTAS.
Ya recordare más cosas de aquellos tiempos, los ratos en la cantina, las listas de ordenanza, las imaginarias, las sesiones de orden cerrado. En fin, vivencias de unos años que no volverán.

Saludos carristas.

Me encanta este tema, que me trae recuerdos muy queridos por mí.

Pero lo que sí es verdad es que si los carristas, en cierto modo, érais los privilegiados, los del "Escuadrón de Carros" eran los reyes del mundo mundial. Recuerdo que alguna vez entré en su escuadrón, y daba gusto, porque había sitio, literas de dos pisos, colchas nuevas....mientras que en el Escuadrón de Plana Mayor teníamos literas de tres pisos para ¡ 240 tíos !, y no cabía ya ni un alfiler. Allí se mezclaba el olor de los de cocinas con el de los mecánicos, etc, y el "calor humano "era de alivio.
En cuanto al material, recuerdo que cuando nos tocaba "Conductor de servicio", había bofetadas por coger los Land Rover, porque los CJ (Jeel Willys) no los quería nadie, por inestables, incómodos, y una caja de cambios que era una castaña pilonga.
Éso si, hay que decir cosas buenas de aquellos años (1982-83): la gente se quejaba poco, éramos sufridos, apechugábamos con lo que habís y nadie se traumatizaba. No se comía mal (sobre todo comparado con el CIR de Rabassa) y el hecho de haber gente procedente de todos los puntos de España te enriquecía como persona y hacías amigos de toda clase, condición y procedencia.
Además, nos conocíamos todos, y la sabiduría pasaba de abuelos a padracos, de pollos a plumas, y cada uno sabía dónde estaba su sitio. Sabíamos qué sargento era chungo, qué teniente era "enrollao" y qué amigo teníamos en cocinas que nos pudiera pasar un bocata de mortadela y una botella de vino.
En fin...llamádme nostálgico, pero recuerdo todo aquello con cariño ( y he olvidado los arrestos y los malos rollos)

Hay que ver con nuestro “HER”, que recuerdos de los tiempos pasados, conforme vas leyendo, te vienen a la memoria los momentos pasados, Yo justamente mande un pelotón de protección con los Land Rover, como ya he dicho en otras ocasiones y ha relatado nuestro “HER” la de barrigazos y polvo que tragábamos detrás de los M-47
Y claro cuando llegábamos al Escuadrón, a la ducha y mas de una vez con agua fría (en Febrero) pues los esploratas que iban delante gastaban toda la caliente.
La polvareda que liaban los M-47, era tal que cuando entrábamos a la Base de Betera por detrás no se veía la entrada, creo recordar que los del Vizcaya 21 se llevaron por delante el pilar de la puerta alguna vez.
Que tiempos¡¡¡¡¡¡¡

Hoy contare algo de la vida cuartelera diaria, como era los momentos en las cantinas, hoy llamadas mas “modernizadamente”, CAFETERIAS de TROPA, y que eran el sitio preferido para reunirnos, para tapiñarnos el bocata de las mañanas que nos daba la cocina o el que nos preparábamos con viandas de casa – los que podían, yo no entre ellos – o los que vendía la cantina. Eso siempre acompañado de buen vino peleón de D. Pedro Bellot, la Coca-Cola universal o a lo sumo un vaso de agua.
Cuantos “chuscos” de los arcones de madera de los escuadrones, he comido yo con mi buena lata de sardinas militares y sus rodajitas de cebolla con aceite y sal. Joer que tiempos mas maravillosos.
Durante el cursillo de carros como soldado, me iba muchas veces al hangar con mi bocatilla, mi manual de instrucción de carros a estudiar o a darle teóricas a los “cabeza duras” que no les entraba en la mollera los nombres de los elementos del carro.
Como es lógico, os acordareis que en la cantina siempre había categorías, los “plumas”, que nos tocaba estar en la barra, los últimos y cuando ya no quedaba nada, los “abuelos”, que eran los que almorzaban primero y lógicamente el sitio reservado para los Cabos 1º y dentro de ellos los de reemplazo y los reenganchados de los que yo forme parte dos años más tarde, a Dios gracias de lo cual me siento muy orgulloso después de tanto años. Estos eran los que cortaban el “bacalao”, porque ojito con acercarte a su “territorio”, o adelantarte con pedir algo antes que ellos, te podías encontrar un “rabo” de 2 ó 4 días sin comerlo ni beberlo o algo peor.
En la cantina, rajábamos como era lógico del mando, del puteo diario, de los pocos permisos que había o de las guardias que nos tocaba y rezando que el oficial y el suboficial fueran buenos, je, je.
Por las tardes, si se podía, nos salíamos a los bares de fuera del cuartel, el del “Abuelo”, el de “La Boniata”, o a lo sumo si algún colega tenia coche, hasta los de Bétera, pero rezando que nos pillara la temida P.M., de Valencia que era temida y famosa en toda España.
Que buenos ratos pasamos en ella, que amistades se forjaron, algunas de ellas perdurables durante años, cuantos litros de “calimocho”, nos metimos al goleto, je, je.
Luego, ya cuando asciendes a cabo y cabo 1º, las cosas cambian, sobre de cabo 1º, porque se empieza a sentir la denominada “soledad del mando” y más si ya eres reenganchado. Siempre recordare la frase que me dijo un día, un buen suboficial ya fallecido - ¡amigo Cuenca, el empleo de Cabo 1º profesional, es el peor del mundo, porque la tropa no te quiere como tal por ser reenganchado y el mando tampoco, porque no eres tal mando!, así que te toca estar entre dos fuegos.
Yo a esto no le di importancia, porque desde el 1er., día entre en el ejercito, ya sabía lo quería y lo que eso significaba. Mi idea era ser algún día un buen jefe de carro, que para eso es lo que había soñado toda mi vida.
Saludos carristas.

y los bocatas de mejillones en escabeche...que cuando cuento que nos los comiamos con gula, se me rien las "nuevas generaciones"
y aquellos bocatas en el hogarin de la banda (hablo de marines, en betera, hasta hace poquisimo, no habia servido) de bacon...o los de magreta con las coca-colas iglu en el hogarin del 2º escalon del Lusitania...que olia mas el patio a carne a la plancha que a motor diesel con sus aceites y grasas
o los huevos fritos a duro en el hogarin del Lusitano (lo que hoy son aulas), tomando cervecillas con un sargento primero que nos llamaba a todos "legionario"....
o aquellos platos combinados en el "aristos" servidos por aquellas señoritas tan liberales....
es bueno acordarse de aquello que recordamos con tanto cariño...por ser mas jovenes??? en gran parte...pero tambien por ser mejores tiempos, cuando el compañerismo era dogma de fe...cuando no habia tanto puñalero/trepa...
como me gustaba el ejercito META....

infernal escribió:es bueno acordarse de aquello que recordamos con tanto cariño...por ser mas jovenes??? en gran parte...pero tambien por ser mejores tiempos, cuando el compañerismo era dogma de fe...cuando no habia tanto puñalero/trepa...
como me gustaba el ejercito META....

Yo conocí el ejercito poco tiempo, pero sigo teniendo muchos amigos "dentro".
Recuerdo un oficial del Calatrava que se pasó los tres meses que nos trató mascullando entre dientes " sois jóvenes, capullos", osea que ya entonces se cocían habas... o se empezaban a cocer.

Ah, y gracias a todos. Puedo entrar poco por aquí, pero siempre que lo hago me estáis esperando para recordarme una etapa c*jonuda de mi vida.

Pues al hilo de los bocatas de mejillones.No se que tendrían aquellas vacunas que nos ponían que eramos capaces de comernos una lata de aquellas hinchada por el calor a reventar,tanto que cuando la pinchabas con el abrelatas salia el chorro de escabeche a presión,que te zampabas aquello regado con una cerveza caliente y ni un mal dolor de tripa.

Pampam escribió:

infernal escribió:es bueno acordarse de aquello que recordamos con tanto cariño...por ser mas jovenes??? en gran parte...pero tambien por ser mejores tiempos, cuando el compañerismo era dogma de fe...cuando no habia tanto puñalero/trepa...
como me gustaba el ejercito META....

Yo conocí el ejercito poco tiempo, pero sigo teniendo muchos amigos "dentro".
Recuerdo un oficial del Calatrava que se pasó los tres meses que nos trató mascullando entre dientes " sois jóvenes, capullos", osea que ya entonces se cocían habas... o se empezaban a cocer.

Ah, y gracias a todos. Puedo entrar poco por aquí, pero siempre que lo hago me estáis esperando para recordarme una etapa c*jonuda de mi vida.

Hombre, nos alegra verte por aquí, camarada

Con el tema que comentábamos de los bocatas, recuerdo las meriendas: barra de cuarto por cabeza, reunidos en torno a la mesa del módulo, cada uno sacando lo que tenía, y mezclado en el mismo bocata sardinas con tomate, una morcilla, una lata de paté, un trozo de chorizo, y un cacho de queso. Nos lo comíamos tan ricamente, y si un compañero se dejaba algo, nos lo zampábamos también

En cuanto al tema del material, no hemos nombrado los famosos BOTIJOS, artilugios sagrados, cada uno pintados con el nombre la sección o el vehículo correspondiente, verdadera arma secreta del Ejército Español, tecnología punta.

Y tampoco hemos comentado el OLOR A ZOTAL que quedaba en el Escuadrón tras el zafarrancho de limpieza, que a veces dejaba hasta una especie de niebla, que supongo sería más tóxica de el Antrax, pero que nos resultaba incluso saludable

Hectorvillajos escribió:Hombre, nos alegra verte por aquí, camarada

Respecto de los bocatas ecuménicos con todo lo que se pillaba vivo o muerto, han salvado más vidas que la penicilina.

Y las latas de mejillones infladas...y ni un sólo caso de botulismo... igual era por la cazallita que echábamos en los botijos, que desinfectaba cantidad.
Y si cogías una diarrea... dos pastillitas de opio-bismuto FAS y era como si te pusieran un pegote de escayola en la puerta trasera...ya no salía nada más en unos días

Y de las latas de magro Apis, ¿que?
Lo felices que eramos y con que poco.

Com lo sabes amigo Zebra, como lo sabes. Ahora mismo daria parte de mi vida por volver atras y reunirme con todos aquellos que fueron mis soldados y compañeros y volver a manejar las maquinas que tanto adore. y pasar 5 ó6 dias en el campo haciendo aquello que tanto nos gustaba.
Un abrazo Zebra.

zebra escribió:Y de las latas de magro Apis, ¿que?
Lo felices que eramos y con que poco.

ahora son las louriño

Pues en la base de Marines eran famosos los bocatas del HOGARÍN DE LOS TURUTAS

Por cierto, no se puede hablar de recuerdos del Lusitania sin nombrar al GRAN PILILA

¿Y no os acordais de los tubos de leche condensada que siempre iban en el bolsillo lateral del pantalon cuando ibamos a desayunar?