

La palabra gladius poco tiene que ver en un principio con los famosos gladiadores que morían en las arenas de los anfiteatros romanos. Gladius en latín significa precisamente espada, pero con el paso del tiempo esta palabra adquirió un carácter propio para pasar a ser el sinónimo de la espada romana por excelencia. En cambio la palabra “espada” que nosotros usamos actualmente para denominar a este tipo de armas blancas, proviene del vocablo latín spatha. Paradójicamente la spatha que usaron los romanos fue una evolución del gladius que se originó en el siglo I d.C y que a su vez dio paso a la espada usada en la Edad Media.
El origen del gladius sigue siendo incierto, pues los investigadores siguen teorizando actualmente sobre su procedencia y el momento en el que las legiones romanas lo adoptaron. A pesar de todo esto, existe cierta unanimidad a la hora de afirmar que el gladius fue una espada cuyo origen está vinculado a los guerreros íberos.
El historiador español Fernando Quesada Sanz afirma en sus estudios sobre la falcata y el gladius que, el origen de esta última no está en la Península Ibérica, sino en una evolución de una espada celta perteneciente a la cultura de La Tené I, la cual fue modificada posteriormente en la meseta y el sur peninsular.

Fabricación y partes
La hoja era la parte primordial del gladius. Para su fabricación se usaba hierro de alta calidad, siendo la parte interior de la hoja baja en carbono y la exterior, la de los filos, alta. La empuñadura de los gladius se hacía aparte de la hoja. El material más usado para fabricarla era la madera, además del hueso y el marfil. Dichos materiales se tallaban formando una acanaladuras para mejorar el agarre, el cual, dicho sea de paso, era casi anatómico. La utilización de estos materiales ha evitado que hayan llegado hasta nosotros gladius con las empuñaduras intactas.

Sobre la forma de portar estas espadas existían dos maneras. La primera era colgada del cinturón mediante unas correas de cuero, que se ataban a dos anillas de la vaina y que originalmente se cree que estaban situadas en la parte trasera. La segunda manera de llevar el gladius era con un tahalí de cuero. Para este menester la vaina contaba con cuatro anillas. La forma de colgarlo era del lado derecho.
Tipos de gladius
Como muchas armas de todos los tiempos, el gladius no fue ajeno a los cambios y modificaciones. Los tipos de gladius expuestos a continuación, responden a los nombres de los lugares de las excavaciones arqueológicas donde fueron encontradas las primeras piezas. El modelo denominado “Mainz” predominó entre el final de la República (s. I a.C) y el inicio del Imperio (primera mitad del s. I d.C). Podemos distinguirlo, a simple vista, por un característico estrechamiento en la mitad de la hoja. Dicha hoja tenía una longitud de unos 55 cm. y una anchura de 7,5 cm. La punta de la hoja era larga y sus filos no eran rectos del todo.
En un principio se creyó que el tipo “Mainz” era el genuino gladius hispaniensis que se usó primigeniamente, pero estudios posteriores llegaron a la conclusión de que era imposible cronológicamente situar a éste en una época anterior al siglo I a.C. Otra diferencia palpable entre el “Mainz” y el gladius hispaniensis eran sus medidas. La hoja del tipo “Mainz” medía como ya hemos señalado unos 55 cm aproximadamente de longitud y 7,5 cm de anchura, mientras que el gladius hispaniensis alcanzaba entre los 60 y 68 cm de longitud (sin incluir la empuñadura) y entre los 4 y 5,5 cm de anchura.
Durante el siglo I d.C. surgió la variante denominada “Fulham”, que era un poco más estrecha que la de tipo “Mainz”. La anchura de su hoja se quedaba en 5 cm y sus lados eran rectos, a excepción de un ligero ensanchamiento de la hoja a la altura de la empuñadura.

Adopción y uso del gladius
Si tomamos como cierta la hipótesis de que el gladius hispaniensis fue adoptado por las legiones a raíz de la segunda guerra púnica, esto debió ser en gran parte resultado de la impresión que causó en las tropas romanas el uso de esta espada en manos de los guerreros íberos que luchaban con el cartaginés Aníbal.

El gladius era una espada particular que exigía un uso determinado. Esta espada estaba ideada no para golpear con el filo, sino para pinchar y penetrar en el cuerpo del adversario con la punta de la hoja. Aunque el gladius contaba con dos filos paralelos, lo que se usaba realmente para matar era su hoja y su punta. Ya hemos visto los diferentes tipos de gladius que existían y las medidas de sus hojas y puntas.

Solamente con que la afilada y puntiaguda punta del gladius penetrara en el cuerpo del enemigo unos cuatro o cinco centímetros, la herida causada tenía grandes posibilidades de ser letal. La adopción del gladius hizo que cambiaran las tácticas de combate romanas de manera radical. Las legiones romanas desde entonces contaron con un arma ofensiva de primer orden, lo que les permitió machacar literalmente a sus adversarios en el campo de batalla.

"Los romanos entonces acudieron al combate cuerpo a cuerpo y los galos perdieron en eficacia, al no poder combatir levantando los brazos, que es la costumbre gala, puesto que sus espadas no tienen punta. Los romanos en cambio, que utilizan sus espadas no de filo, sino de punta, porque no se tuercen, y sus golpes, resultan muy eficaces, herían golpe tras golpe, pechos y frentes, y mataron así a la mayoría de enemigos". Polibio.
La ventaja táctica obtenida por el gladius frente a las espadas usadas por los bárbaros galos o germanos se hizo patente durante la guerra de las Galias.
“Se ha notado que, por su construcción las espadas galas sólo tienen eficaz el primer golpe, después del cual se mellan rápidamente, y se tuercen de largo y de ancho de tal modo que si no se da tiempo a los que las usan de apoyarlas en el suelo y así enderezarlas con el pie, la segunda estocada resulta prácticamente inofensiva”. Polibio.

“Acostumbrados a luchar con griegos e ilirios, los macedonios no habían visto hasta entonces más que heridas de pica y de flechas y raras veces de lanza; pero cuando vieron los cuerpos despedazados por el Gladius Hispaniensis, brazos cortados del hombro, cabezas separadas del cuerpo, truncada enteramente la cerviz, entrañas al descubierto y toda clase de horribles heridas, aterrados se preguntaban contra qué armas y contra qué hombres tendrían que luchar”. (Liv. 31,34).
Pero el uso del gladius adquiría su máxima expresión cuando era utilizado dentro de una formación legionaria compacta y disciplinada. Una cohorte podía defenderse y atacar igualmente con resultados favorables en la mayoría de las ocasiones. La disciplina y el entrenamiento exhaustivo hacía que la primera línea de legionarios fuera relevada por otra tras un tiempo de lucha determinado, dándose esos relevos sucesivamente mientras duraba el combate. De esta forma las legiones sostenían una lucha continua y sin cuartel, cosa que los enemigos bárbaros poco disciplinados y organizados no podían aguantar.
Al gladius se le puede achacar el hándicap de ser un arma exclusivamente ofensiva y no apta para los combates defensivos o en retirada, pero quizás esto no sea del todo cierto. Aún siendo un arma ideada para pinchar y penetrar, los filos paralelos le conferían capacidad para entablar una lucha defensiva usando el corte. El problema residía en su longitud, ya que para luchar de esa manera cuanto más larga fuera la hoja con más fuerza caía el golpe y más lejos se encontraba uno del enemigo.
La decadencia del gladius

En cuanto a la primera, podemos señalar que el descenso de la actividad económica perjudicó la circulación del dinero, el cual era fundamental para sufragar el gasto enorme que generaban las legiones. No hay nada nuevo en esto, ya que sin dinero no se pueden pagar las soldadas y tampoco la logística que conlleva un ejército de grandes proporciones. Como consecuencia, ya no era posible entrenar a las unidades como en los mejores tiempos del Imperio, con lo que la eficiencia disminuyó notablemente. Como ya hemos dicho, la eficacia del gladius residía en un uso conjunto dentro de una unidad compacta y disciplinada, pero el entrenamiento para llegar a un nivel óptimo ya no era el mismo en el siglo IV que el en siglo I.
Sobre el miedo generalizado que provocaron las invasiones dentro de las fronteras del Imperio, éste se transmitió también en la forma de luchar. Si hasta el siglo III el gladius era el arma fundamental, este dio paso a la spatha. La spatha era una evolución del gladius originada en el siglo I, siendo su única diferencia la longitud de la hoja, que ahora oscilaba entre los 70 y 100 centímetros.

Para finalizar podríamos añadir que la decadencia y caída del Imperio Romano, tal y como han apuntado diversos historiadores, tiene una de sus causas en la propia población romana. Los asuntos de armas se fueron dejando en manos precisamente de los distintos pueblos bárbaros. A los ciudadanos del imperio no les seducía la idea de morir en los numerosos conflictos y guerras que se generaban en el limes (frontera romana), por eso las propias legiones se nutrían de bárbaros entre sus filas. Muchos emperadores usaron a los guerreros de estos pueblos invasores como tropas para alcanzar sus fines, ya fueran públicos en defensa del imperio o personales cuando se dirimían disputas para conseguir la púrpura imperial. Por ejemplo godos y hunos lucharon como auxiliares junto a las legiones romanas frente a otras tribus bárbaras que acosaban al imperio. Los godos fueron utilizados por Estilicón y los hunos por Flavio Aecio. Uno de los mayores generales que tuvo Roma en el siglo IV, Estilicón, era hijo de un bárbaro.