Setenta dias que asombraron al Mundo

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Re: Setenta dias que asombraron al Mundo

Mensajepor duri » 14 Dic 2017 13:23

Sin entrar en temas políticos, ahí va mi opinión:

1. La defensa del Alcazar fue heroica, aunque ensalzada por la propaganda del bando nacional, hubo otros episodios de resistencia y lucha en la guerra civil como el del Alcazar.

2. El rescate del Alcazar por las tropas nacionales fue una maniobra puramente propagandística (y de ahí las exageraciones sobre la resistencia, que ojo, no se debe de menospreciar). Si el ejército de áfrica, hasta ese momento imparable se hubiese dirigido directamente a Madrid, la guerra posiblemente hubiese terminado muchísimo antes. La capital no estaba lo suficientemente guarnecida ni defendida. El hecho de desviarse hacia Toledo, supuso un valiosísimo tiempo para las tropas republicanas, que supieron aprovechar y muy bien.

3. Y esto ya es opinión personal, creo que hubo dos victorias por parte de los nacionales al rescatar el alcazar, la primera es la mediática. La segunda es alargar la guerra, de manera que al combatir durante tanto tiempo y en tantos frentes, al final, se consiguió el objetivo de desarmar por completo al bando republicano, evitando futuras insurrecciones y la aparición de guerrillas, salvo aisladas excepciones. Opinión personal eh

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Re: Setenta dias que asombraron al Mundo

Mensajepor Papertó » 14 Dic 2017 17:02

. La defensa del Alcazar fue heroica, aunque ensalzada por la propaganda del bando nacional, hubo otros episodios de resistencia y lucha en la guerra civil como el del Alcazar

Efectivamente, hubo otros episodios heroicos, pero TODOS en el bando Nacional, ninguno en el bando rojo.
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Re: Setenta dias que asombraron al Mundo

Mensajepor Hoplon » 14 Dic 2017 17:44

He leído un poco sobre este episodio, y me gustaría contribuir al hilo con un par de anécdotas:

- Fue común entre los milicianos rojos de Madrid acercarse de excursión a Toledo y hacerse fotografías disparando un cañón contra el Alcázar: que los proyectiles caían encima de seres humanos era algo en lo que o bien no reparaban, o no les importaba.

- El día que se hizo explotar la mina antes habían cañoneado el extremo opuesto del edificio para obligar a los no combatientes a refugiarse en la enfermería (justo donde explotó la mina), canallada incluso mayor que la de fusilar al hijo de Moscardó, y a la que cuesta creer que se haya rebajado un militar, pero si, lo hicieron.

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Re: Setenta dias que asombraron al Mundo

Mensajepor Papertó » 15 Dic 2017 09:44

, y a la que cuesta creer que se haya rebajado un militar, pero si, lo hicieron.

Bueno, "militar" no creo que hubiera ninguno merecedor de ése nombre entre la chusma atacante. Sólo aplicaría ése nombre a ROJO, el mejor estratega (y quizás el único) que tuvo la República. La realidad era que Rojo tenía muchas más simpatías por el Bando Nacional que por el otro (como lo demuestra la famosa conversación a las puertas del Alcázar).
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Re: Setenta dias que asombraron al Mundo

Mensajepor Hoplon » 15 Dic 2017 09:53

Así de memoria no lo sé, pero si tengo un rato buscaré quien dirigía la fuerza de asedio, más que nada para poder ponerle nombre a la vileza.

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Re: Setenta dias que asombraron al Mundo

Mensajepor Papertó » 15 Dic 2017 14:15

En un principio me parece que fue el "general" Riquelme (hablo de memoria).
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Re: Setenta dias que asombraron al Mundo

Mensajepor Hoplon » 15 Dic 2017 17:27

Ya lo he localizado, creo: las fuerzas de asedio estaban mandadas por el comandante de infantería Ulibarri, si bien la orden de detonar las minas la dió personalmente Largo Caballero.

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Re: Setenta dias que asombraron al Mundo

Mensajepor Brasilla » 16 Dic 2017 23:17

Hoplon escribió

Ya lo he localizado, creo: las fuerzas de asedio estaban mandadas por el comandante de infantería Ulibarri, si bien la orden de detonar las minas la dió personalmente Largo Caballero.


Chist calla calla y no digas nada, no vaya a ser que a alguno le des la idea de nombrarles héroes de la patria, y dedicarles una calle.
Saludos
Si ignoras lo que pasó antes de que nacieras, siempre serás un niño.
Marco Tulio Cicerón.

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Re: Setenta dias que asombraron al Mundo

Mensajepor Brasilla » 17 Dic 2017 00:18

Bien ya se que quizás este no sea el hilo apropiado, pero tratándose del Alcazar, que menos que hacer una referencia a uno de sus sitiadores, y protagonista de alguno de los episodios más bochornosos para alguien que se considera militar

Mariano Gamir Ulibarri (Madrid, 1877 – Valparaíso de Abajo, Cuenca, 28 de julio de 19621​) fue un militar español que combatió en la Guerra civil española por el Bando republicano, siendo uno de los protagonistas de la Campaña del Norte.

Biografía

Recibió su formación militar en la Academia Militar de Toledo, en la que luego impartiría clases y llegaría ser su director. Gamir era un militar competente, de origen vasco y apolítico.​ Al comienzo de la Guerra civil, en julio de 1936 ostentaba el rango de General de brigada. Siendo comandante de la 5.ª Brigada de Infantería de la III División Orgánica, se mantuvo fiel a la República y participó en el aplastamiento de la sublevación en Valencia, donde estaba destinado. La fidelidad de Gamir fue clave para mantener Valencia fiel a la causa republicana.4​ Posteriormente estuvo al frente de las tropas republicanas en el Frente de Teruel.

Frente del Norte

A finales de mayo de 1937 fue destinado a la zona cantábrica, para hacerse cargo de las fuerzas republicanas en el País Vasco, en sustitución del general Francisco Llano de la Encomienda. El Lendakari José Antonio Aguirre había exigido insistentemente que Llano de la Encomienda fuera sustituido; tras la llegada de Gamir a Vizcaya, Aguirre mostró una buena sintonía con el nuevo comandante republicano. No obstante, Llano de la Encomienda continuó al frente de las fuerzas republicanas en Santander y Asturias.​

A su llegada, Gamir reorganizó los mandos y las fuerzas republicanas de Vizcaya, y logró que Aguirre cediera finalmente el control el control que tenía sobre el antiguo Ejército vasco, algo que en el pasado había creado numerosas fricciones con Llano de la Encomienda. Sin embargo, la situación que se encontró Gamir era muy complicada y las fuerzas sublevadas ya se encontraban muy cerca de Bilbao. Aunque disponía de 40.000 hombres, existían fuertes fricciones entre los batallones comunistas, socialistas y anarquistas respecto a los batallones integrados por nacionalistas vascos.6​ La madrugada del 19 de junio algunas unidades carlistas penetraron en Bilbao, que fue completamente ocupada a lo largo de aquel día. Gamir se aseguró de retirar a la provincia de Santander al mayor número de fuerzas posibles.

El 25 de junio, Gamir recibió el mando absoluto de todas las fuerzas del Ejército del Norte, centrándose entonces en reorganizar sus fuerzas. Llano de la Encomienda se trasladó a Gijón. A pesar de que intentó organizar la defensa republicana de Santander, sus fuerzas no estaban en condiciones óptimas o no disponían de suficientes medios. Las fuerzas republicanas en Santander estaban compuestas por 80.000 efectivos repartidos en cuatro cuerpos de Ejército, alrededor de 300 piezas de artillería, 40 aviones y tan sólo diecisiete cañones antiaéreos.​ Gamir presidió la Junta Delegada del Gobierno en el Norte, constituida el 6 de agosto de 1937 y encargada de coordinar la defensa frente a la ofensiva franquista. Cuando el 14 de agosto comenzó la ofensiva franquista, el frente se hundió en poco tiempo y muchas unidades republicanas comenzaron a retirarse desordenadamente hacia Santander o Asturias. Para empeorar la situación, las brigadas compuestas por nacionalistas vascos se negaron a seguir luchando y se retiraron a Santoña, donde esperaban rendirse a los italianos.8 Las tropas de Franco entraron en Santander el 26 de agosto, y la campaña se saldó con alrededor de 60.000 republicanos hechos prisioneros por las fuerzas sublevadas.​ Gamir y otros mandos republicanos lograron escapar de la capital santanderina, trasladándose a Gijón a bordo de un submarino.​ Tras la caída de la ciudad de Santander, el 29 de agosto de 1937 el Consejo Soberano de Asturias y León, sin autorización del gobierno central, reemplaza a Mariano Gamir como jefe del Ejército del Norte y le entrega el mando al coronel Adolfo Prada Vaquero.

Carrera posterior

Desde Gijón tomó un avión y se trasladó a Francia, trasladándose posteriormente a la zona central republicana. Recibió muchas críticas por la forma en que llevó las operaciones del norte, y tras su regreso no volvió a ostentar ningún mando activo, ocupando puestos meramente burocráticos. Gamir fue nombrado representante en la comisión internacional que discutió la retirada de las Brigadas Internacionales de España.11​ El 12 de octubre de 1938 fue nombrado Inspector General de Instrucción Militar, aunque fue un nombramiento demasiado tardío para tener efecto real sobre el desarrollo de la contienda.

Tras la caída de Cataluña y el final de la contienda, huyó a Francia donde residió hasta 1955, año en que regresó a España por no tener ya condenas pendientes. Durante su estancia francesa publicó sus memorias. Murió en 1962 en Valparaíso de Abajo,1 provincia de Cuenca, donde fue enterrado.


Según la enciclopedia Auñamendi :

General. Nacido en 1877 y fallecido en 1962.

Nombrado por el Gobierno de la República española Jefe del Cuerpo del Ejército de Euzkadi por decreto de 31 de mayo de 1937. Al asumir Gamir el mando el Ejército vasco contaba con 85 batallones integrados en Brigadas y Divisiones. Los mandos militares capacitados eran escasos y el material de guerra insuficiente. Gamir procedió a la reestructuración del Estado Mayor, que se había mostrado ineficaz, situando al Comandante Lamas como jefe del mismo. Ante la inminencia de un ataque nacional contra el Cinturón de Bilbao ordenó la movilización de tres quintas y la aceleración de las obras de fortificación, modificando asimismo el despliegue defensivo de sus unidades. Todo ello era sin embargo insuficiente para evitar el corte de la línea defensiva de Bilbao y el avance nacional sobre la capital, avance ante el cual, el 16 de junio, hubo de dar la orden de retirada general a la margen izquierda de la ría, señalando también las directrices del repliegue hacia Santander que se veía como inevitable.

El 19 de junio abandonó Bilbao inmediatamente antes de la entrada de las Brigadas nacionales e instaló su cuartel general en Sodupe. Trató de reorganizar sus fuerzas en nuevas Divisiones y establecer una línea de defensa coherente, sin conseguirlo. El 25 de mayo le fue dado el mando del Ejército del Norte, pasando el Coronel Vidal a sustituirle al frente del maltrecho ejército vasco. En el escaso tiempo que permaneció como Jefe del Ejército vasco se manifestó Gamir como un profesional competente y capaz. Sin embargo la relación de fuerzas en juego le fue en todo momento demasiado desfavorable para que el avance nacional fuera detenido. A continuación pasó a defender Santander y, en 1938, dirige la Inspección General de Instrucción Militar, empleo en el que acabaría la guerra. Se exilia, escribe sus Memorias y regresa a España a comienzo de la década de los 50.

Por mi parte los que he encontrado son los siguientes:

José Riquelme
Álvarez-Coque
Antonio Rúbert
Luis Barceló
Ricardo Burillo
Salvador Sediles
Cándido Cabello
Juan Guilloto León
Enrique Líster

Sin embargo los datos más fiables apuntan en el sentido de que fue el comandante Ulibarri quien se hizo cargo del asedio, y en el caso de la explosión de la mina, Largo Caballero quiso estar presente de forma voluntaria trasladándose para ello exprofeso desde Madrid. Y no creo que alguno de los citados antes estuviera realmente en el sitio del Alcazar.

El 18 de julio el gobernador militar de la provincia de Toledo, el coronel José Moscardó, se puso al mando de la Guardia Civil de dicha provincia.

Durante el 19 y el 20 de julio, el Ministerio de Guerra del Gobierno republicano hizo varios intentos para obtener munición en la Fábrica de Armas de Toledo. Cada vez que era requerida la munición, el coronel Moscardó rehusaba entregarla, por lo que fue amenazado con que fuerzas provenientes de Madrid serían enviadas contra él.

Las fuerzas republicanas asentadas en Toledo consistían aproximadamente en 5000 milicianos​ de la CNT-FAI y la UGT, además de Guardias de Asalto. Tenían varias piezas de artillería, unos pocos vehículos blindados y dos o tres tanquetas. Las Fuerzas Aéreas de la República realizaron tareas de reconocimiento, apoyados por la artillería y bombardearon el Alcázar en 35 ocasiones.

Los defensores del Alcázar eran 800 hombres de la Guardia Civil,3​ ocho cadetes de la Academia de Infantería, uno de la de Artillería y 110 civiles. Las armas de las que disponían eran según el relato de Moscardó:

Se contaba con el armamento de la Guardia Civil, Academia, Escuela de Gimnasia y Guardias de Asalto y Seguridad;
800 000 cartuchos de fusil y ametralladora (procedentes de las Fábricas de Armas);
1200 fusiles Mauser y mosquetones;
200 petardos pequeños de trilita;
50 granadas rompedoras de 7 cm;
50 granadas de mortero Valero de 51 cm;
50 disparos de rompedora;
13 ametralladoras Hotckiss de 7 mm;
13 fusiles ametralladores, de la misma marca y calibre, todo en uso por los alumnos en sus prácticas;
4 cajas (200 granadas) de granadas de mano ofensivas Laffite;
2 piezas de montaña de 7 cm;
1 explosivo eléctrico;
1 mortero de 50 mm;
1 caja (25 granadas) de granadas de mano incendiarias. Pero los oficiales y la Guardia Civil habían logrado traer munición abundante.

Aproximadamente 670 civiles (500 mujeres y 50 niños5​) vivieron en el Alcázar durante el asedio. Muchos de éstos eran familiares de los miembros de la Guardia Civil mientras que otros se habían refugiado allí desde diversas partes de la ciudad para salvar sus vidas de los milicianos anarquistas y socialistas. Las mujeres no participaron en la defensa del Alcázar, por su seguridad no se les permitía ni siquiera cocinar o curar a enfermos y heridos. Sin embargo, su presencia en el Alcázar elevó el valor de los hombres para continuar en la defensa. Los civiles que se encontraban dentro del Alcázar estuvieron a salvo de los ataques de las tropas gubernamentales, excepción hecha de los rehenes que los sitiados tomaron en sus salidas del Alcázar y que no salvaron la vida. Las cinco muertes de civiles afines a los sublevados que hubo fueron por causas naturales. Hubo dos nacimientos durante el sitio.

El Alcázar se había convertido para ambos bandos en símbolo y cuestión moral. El fracaso ante el Alcázar fue un duro golpe para el Bando republicano y una inyección de moral para el Bando sublevado.

La declaración de «Estado de Guerra» fue leída por el capitán Vela Hidalgo, de la Academia Militar, a las 7 de la mañana en Zocodover, la plaza principal de Toledo. Se dieron órdenes para el arresto de conocidos activistas de izquierda de Toledo, pero solamente detuvieron al maestro de la prisión local, Francisco Sánchez López de la Torre, que había preparado a Luis Moscardó para oposiciones, y a algunos militantes de base. Moscardó nombró a un nuevo gobernador civil, el notario Justo del Pozo Iglesias, pues el anterior, Manuel Mª González, se refugió en el Alcázar con su familia.

Los sublevados distribuyeron fuerzas por la ciudad: Hospital de Tavera, Fábrica de Armas, Convento de los Carmelitas Descalzos, bancos, Ayuntamiento, Catedral, Plaza de Zocodover, Correos, Teléfonos, Matadero, Cuartel de Asalto (Plaza de Padilla), Prisión Provincial, puertas de la muralla y puentes sobre el Tajo. Los guardias civiles llenaron camiones de munición en la Fábrica de Armas con destino al Alcázar. El Ministerio de la Guerra ordenó el bombardeo aéreo de los sublevados; a las 18 horas, el último de los camiones fue alcanzado de lleno cuando estaba llegando a su destino.

Las tropas republicanas enviadas de Madrid, avanzadillas de la columna del general Riquelme, primero llegaron al Hospital de Tavera, donde fueron rechazadas por las fuerzas al mando del Comandante Ricardo Villalba Rubio profesor de la Escuela Central de Gimnasia y sobrino del General José Riquelme López-Bago. Dicho comandante ostentaba, desde las 18:00 horas de la tarde del día 17 de julio, el mando de tres capitanes, cuatro tenientes, un alférez, cuatro sargentos y 32 de tropa, guarnición que fue reforzada por un destacamento de la Guardia Civil con 40 hombres y dos oficiales.

Al amparo de estas fuerzas se acogieron mujeres, niños, algunos huérfanos, hombres enfermos, las hermanas de la Caridad del Hospital y el capellán del mismo: en total 60 personas no combatientes. Estratégicamente, la posición defendida por dicho comandante era imprescindible para que la Guardia civil, que se encontraba en la fábrica de Armas, pudiera subir la munición al reducto del Alcázar.​ Los defensores del Hospital de Afuera recibieron a las tropas del general Riquelme con fuego de ametralladora, rechazándolos. Poco después, uno de los carros de combate que acompañaban a la columna atacante se lanzó al asalto del hospital y el Comandante Villalba, junto con el capitán Badenas, salieron del Hospital y lanzaron cargas explosivas que inutilizan el vehículo.

Parada la ofensiva, el Comandante Villalba ordenó la retirada al Alcázar que se hizo de forma ordenada y sin perder un solo elemento bajo sus órdenes.​ Tras el fracaso ante el Hospital de Tavera, la fuerza del General Riquelme se dirigió a la Fábrica de armas. Un destacamento de 200 guardias civiles estacionado en la Fábrica de Armas empezó a negociar con los republicanos. Durante estas conversaciones, la Guardia Civil envió carros cargados con la munición de la fábrica al Alcázar antes de evacuar y destruir la fábrica. Riquelme telefoneó esa noche al sublevado Moscardó conminándole a rendirse.

El 22 de julio está ya en Toledo la columna madrileña: dos compañías de infantería, guardias de asalto, una batería de 105 mm y un número indeterminado de milicianos ácratas de las «Águilas Libertarias»; además, una compañía de ametralladoras del Regimiento León nº 2 y milicianos del Colegio de Abogados de Madrid, lo que hace un total aproximado de 2500 hombres, frente a los 1250 del Alcázar, en su mayoría profesionales de la milicia. Controlaban la mayor parte de Toledo hacia las 20 horas, y comenzó a organizarse el cerco en torno al Alcázar. Esa noche el ministro de Instrucción Pública, Francisco Barnés, volvió a apelar a Moscardó, para que se rindiese.

El 23 de julio el coronel Moscardó recibió la llamada del representante del Frente Popular, el jefe local de Izquierda Republicana y secretario del colegio de abogados de Toledo Cándido Cabello quien le conminó a rendirse advirtiéndole que de no hacerlo así, su hijo Luis, quien había sido detenido, sería fusilado; la conversación es la siguiente:

Son Uds. responsables de los crímenes y de todo lo que está ocurriendo en Toledo, y le doy un plazo de diez minutos para que rinda el Alcázar, y de no hacerlo fusilaré a su hijo Luis que lo tengo aquí a mi lado.
Coronel Moscardó: ¡Lo creo!
Jefe de milicias: Y para que veas que es verdad, ahora se pone al aparato.
Luis Moscardó Guzmán: ¡Papá!
Coronel Moscardó: ¿Qué hay, hijo mío?
Luis Moscardó Guzmán: Nada, que dicen que me van a fusilar si el Alcázar no se rinde, pero no te preocupes por mí.
Coronel Moscardó: Si es cierto encomienda tu alma a Dios, da un viva a Cristo Rey y a España y serás un héroe que muere por ella. ¡Adiós, hijo mío, un beso muy fuerte!
Luis Moscardó Guzmán: ¡Adiós, papá, un beso muy fuerte!
Vuelve a coger el aparato Cándido Cabello.
Coronel Moscardó: Puede ahorrarse el plazo que me ha dado y fusilar a mi hijo, el Alcázar no se rendirá jamás.

Las fuentes del bando sublevado (confirmadas por numerosos testimonios) tienen un tono heroico, lacónico, patriótico y religioso al hablar del contenido de la conversación (posteriormente se le llegó a comparar con Guzmán el Bueno). La amenaza de matar a Luis Moscardó no se materializó de momento sino que fue enviado a la Prisión Provincial (acusado al parecer de ser hijo del Coronel Moscardó) pero un mes después de estos hechos, tras un bombardeo aéreo, los milicianos asaltaron la prisión, lo incluyeron en una saca de, al menos, cuarenta prisioneros y fue asesinado. Por otra parte, el presidente de la Diputación hizo todo lo posible por proteger a la esposa y al hijo menor de Moscardó, Carmelo, durante los meses del Toledo revolucionario.

Los historiadores Herbert Southworth​ e Isabelo Herreros​ dudan de la versión oficial sobre la conversación y el fusilamiento, y añaden como datos nuevos que Luis Moscardó tenía tendencias liberales y que su entrada en el registro del cementerio de Toledo tuvo carácter retroactivo (Herreros dice que fue en abril de 1956 cuando su cuerpo se trasladó a la cripta del Alcázar junto a la de su padre recientemente fallecido). Después de la aparición de ambos libros se publicó la obra de Alfonso Bullón de Mendoza y Luis Eugenio Togores El Alcázar de Toledo: final de una polémica en la que, sobre la base de una exhaustiva investigación bibliográfica y numerosa documentación inédita, entre la que cabe destacar las cartas escritas por Moscardó a su mujer a lo largo del sitio, y su diario personal, queda claro que Moscardó habló con un solo interlocutor y que éste le amenazó con fusilar a su hijo si no rendía el Alcázar. Hay que señalar que ya muchos años antes, en su libro The Yoke and the Arrows,​ el periodista norteamericano Herbert L. Matthews había dudado de la versión tradicional de la defensa del Alcázar y la conversación de Moscardó con su hijo, pero que se retractó públicamente tras la publicación de la documentada obra que en respuesta publicó el también periodista Manuel Aznar.

El 24 de julio los sitiados realizaron una salida para conseguir alimentos. Posiblemente bajo la influencia de las amenazas efectuadas contra Luis Moscardó efectivos de la guardia civil asesinaron al Teniente de Alcalde del Ayuntamiento de Toledo, el exdiputado, periodista y líder histórico de la UGT-PSOE Domingo Alonso Jimeno, que se resistió a sus captores y fue muerto en plena calle, cerca de su vivienda de la calle de la Sierpe, mientras veía cómo arrastraban a su mujer y a su hija al Alcázar.

Tales detenciones no fueron del agrado del coronel Moscardó, tal y como dejó escrito en una de las cartas a su mujer: "Ayer en una salida que se intentó hacer para requisar víveres, la Guardia Civil tuvo la malhadada ocurrencia de detener a la familia del Concejal Domingo Alonso y traerlos detenidos en rehenes. Me desagradó hasta el extremo, pues creerán que la salida fue únicamente para cogerlos como garantía y yo no soy capaz de hacer eso, es más, me repugna y de buena gana los soltaba; aquí están bien cuidados y atendidos en lo que cabe, por lo menos igual que las familias de los Guardias."

En las Cartas a su mujer, el coronel Moscardó confiesa pasar por varios episodios depresivos, que él llama «blandura»; varias veces confiesa a su esposa que no se suicidará, y surgen por doquier reflexiones religiosas, pues la rutina diaria de las familias católicas no se alteró durante el asedio en el interior de la fortaleza. La capacidad de mando de Moscardó, unánimemente refrendada por sus apologistas, es puesta en duda por algunos historiadores,​ que sostienen que el verdadero artífice de la defensa del Alcázar fue el teniente coronel de la Guardia Civil Pedro Romero Basart. Sin embargo, ninguno de los diarios publicados (algunos muchos años después de la muerte de Moscardó) por quienes participaron en la defensa del Alcázar, es decir, por quienes fueron testigos presenciales y protagonistas de los hechos, pone en duda el papel que jugó en la defensa.

El 25 de julio, ante la imposibilidad de comunicarse por radio por falta de electricidad, el capitán Luis Alba Navas salió del Alcázar con la intención de enlazar con las tropas del general Mola y hacerles ver que la rendición del Alcázar difundida por Unión Radio de Madrid ese día era completamente falsa. Para pasar inadvertido se vistió con un mono azul de miliciano. En las proximidades de Torrijos fue reconocido por un antiguo soldado que había estado a sus órdenes; lo apresaron y fue ejecutado cerca de Burujón.

A Riquelme le sucede en el mando de la plaza el teniente coronel de infantería Francisco del Rosal, y a éste el comandante Ulibarri a finales de julio. El gobierno de la República trasladó a Toledo piezas de artillería de gran calibre. Se confiaba entonces en un pronto desenlace, pues la situación en el Alcázar era dramática: los alimentos escaseaban, el agua estaba racionada y la moral estaba muy baja. Se producían suicidios y deserciones (en la segunda semana de agosto ya habían huido de la fortaleza 23 personas para unirse a las filas republicanas). La moral se intentaba mantener con la publicación de un periódico tirado a multicopista, El Alcázar, a cargo del dirigente del Partido Radical Amadeo Roig.

El 14 de agosto, los republicanos cambiaron de táctica después de constatar que las defensas de la zona norte del Alcázar habían sido notablemente reducidas. Durante las cinco semanas siguientes, los republicanos atacaron once veces la casa del Gobierno Militar, pero fueron repelidos en cada uno de ellos. Si hubieran capturado la casa del Gobernador Militar, habrían podido ubicar en masa a un gran número de tropas a sólo 40 metros del Alcázar. No obstante, la mayoría de los milicianos carecía de instrucción militar y desperdiciaban municiones disparando vanamente fusiles y artillería ligera contra los gruesos muros del Alcázar. En tanto el Alcázar era una fortaleza excavada en roca, un ataque terrestre eficaz debía basarse en la artillería pesada y en explosivos, pero los milicianos carecían de tales armas así como de líderes militares que les dirigieran en su uso.

El 20 de agosto el comandante Víctor Martínez Simancas funda el cuadernillo de noticias del Alcázar, que ayudaba a mantener la moral y el espíritu de combate de los encerrados tras los muros de la fortaleza y que posteriormente se convertirá en el diario de tirada Nacional El Alcázar.​ Dicha hoja informativa, embrión del diario El Alcázar, elaborada por los asediados como hoja informativa diaria en la que recogían con precisión quirúrgica los hechos acaecidos, aderezados de diversos comentarios, informaciones y consignas, fue vital para mantener alta la moral y la buena organización en el interior de la fortaleza.​

El 9 de septiembre, un enviado de los republicanos, el comandante Rojo entró en el Alcázar para hablar con el coronel Moscardó acerca de una posible rendición. El coronel la rechazó, pero pidió un sacerdote para bautizar a dos niños recién nacidos durante el asedio y también para decir misa.

Vázquez Camarasa, canónigo magistral de Madrid con ideas izquierdistas, entró en el Alcázar la mañana del 11 de septiembre y confesó a los sitiados. Esa tarde, Rojo habló con Moscardó acerca de una posible evacuación de las mujeres y los niños. Las mujeres unánimemente contestaron que no querían rendirse y que estaban dispuestas a empuñar las armas para defender el Alcázar.​ Camarasa murió exiliado en Burdeos, Francia, en 1946.

El embajador chileno en España, Aurelio Núñez Morgado, habiendo oído que los anteriores intentos de rendición habían resultado fallidos, fue el 13 de septiembre a intentar la rendición del Alcázar. El coronel Moscardó envió a su ayuda de campo para saludar al embajador por un altavoz y para decirle que le prestarían atención sólo si el mensaje se cursaba «a través del Gobierno Nacional de Burgos». A partir de ese momento ya no hubo diálogo.

Desde el 16 de agosto, los republicanos habían estado cavando dos minas en la parte sudoeste del Alcázar. La mañana del 18 de septiembre, las minas fueron detonadas por orden de Francisco Largo Caballero, destruyendo completamente la torre sudoeste del edificio y matando a los dos defensores que se encontraban en ella.

Aproximadamente 10 minutos después de la explosión, los republicanos lanzaron cuatro ataques contra el Alcázar con la ayuda de carros blindados y tanques. El ataque fracasó a causa de la enconada resistencia de los defensores pero los republicanos respondieron con continuos bombardeos de artillería durante la noche y durante todo el día siguiente. Además, los escombros de la torre sudoeste fueron en realidad un obstáculo para los atacantes pues sirvieron como buen parapeto para que los sitiados se escondieran hábilmente entre las ruinas e hicieran fuego desde ellas.

El bombardeo de los edificios periféricos dio buen resultado pues la comunicación entre ellos y el Alcázar llegó a ser imposible. La retirada de los edificios fue ordenada la noche del 21 de septiembre, la guarnición fue utilizada para defender lo que quedaba del Alcázar. Los republicanos atacaron los edificios periféricos la mañana del 22 de septiembre, pero el progreso fue muy lento porque desconocían que los edificios habían sido abandonados. Ese mismo día, tropas sublevadas llegaban a seis kilómetros al sur de Toledo, lo cual motivó que las milicias republicanas se esforzaran en tomar el Alcázar lo antes posible.

A las 5 de la mañana del 23 de septiembre, los republicanos asaltaron las brechas del norte del Alcázar y sorprendieron a los defensores lanzando granadas y dinamita. Los sublevados fueron forzados a retirarse al patio del Alcázar pero contraatacaron para hacer retroceder el asalto. Un nuevo asalto al Alcázar se intentó por la mañana; esta vez un tanque condujo la carga. 45 minutos después de que los soldados republicanos hubiesen atacado las brechas el ataque se había paralizado.

El día 24 de septiembre las tropas rebeldes al mando del general Varela estaban ya en los suburbios de Toledo y las milicias de la República debieron enfrentar sucesivamente a estos refuerzos del bando sublevado junto a los rebeldes del Alcázar, lo cual hizo insostenible las posiciones republicanas. Algunas milicias opusieron resistencia a los sublevados en Toledo, pero la mayoría de los milicianos prefirió retirarse hacia Aranjuez temiendo ser atrapadas en un nuevo cerco, facilitando que las tropas de Varela dominaran por completo la ciudad de Toledo y enlazaran con los sitiados del Alcázar el 27 de septiembre de 1936, terminando así el asedio.

La toma de Toledo por las columnas de Franco había sido espectacular, pero nadie hubiera podido pedir entonces, ni las pidió, responsabilidades a un Gobierno que acababa de asumir sus funciones. Aparte de una fábrica de armas, Toledo era una ciudad sin importancia militar para ninguno de los dos bandos. Las fuerzas rebeldes estaban aisladas, mal equipadas y sin condiciones para conducir una operación ofensiva. Aun así, los republicanos se obcecaron en conquistar el Alcázar con hombres, artillería y armas que podían haber sido usados para parar el avance de los franquistas en el frente. El Gobierno republicano pensaba que al estar la guarnición del Alcázar 70 km al sudoeste de Madrid y sin ayuda de otras fuerzas sublevadas, al conquistarlo, sería una fácil propaganda victoriosa. La prensa fue invitada por el Gobierno para ver la explosión de las minas en el Alcázar, el 18 de septiembre, pero hasta el 29 de ese mes no entró en el Alcázar, ya con la invitación de los rebeldes.

La decisión de Franco de rescatar a los defensores del Alcázar fue muy controvertida. La ofensiva de Juan Yagüe apuntaba hacia Madrid, pero ocupó antes el valle del Tajo. El día siguiente a la caída de Talavera los sublevados tomaron Irún, después de un cerco muy duro, lo que impedía todo contacto con Francia de la zona vasca leal a la República. El 8 de septiembre se unieron a las tropas de África las de las montañas de Gredos. Todo parecía inclinarse en favor del Movimiento.​

Franco no forzó la marcha hacia Madrid aprovechando el ímpetu del ataque y la inadecuada defensa que entonces oponía la ciudad. En vez de ello, hizo girar las tropas hacia Toledo para acudir en auxilio de los sitiados del Alcázar. Como Yagüe protestó (enfadado) contra esta decisión, Franco le sustituyó por Varela, que acababa de tomar la localidad malagueña de Ronda el 18 de septiembre. La ambición política llevó a Franco, entonces un primus inter pares, a convertirse en «el salvador del Alcázar» y jefe indiscutible del Movimiento. Se ha dicho que podía conseguirlo también con la toma de Madrid, pero Toledo suponía un riesgo muchísimo menor.

Con posterioridad, Franco reconoció a un periodista portugués: «Cometimos un error militar y lo cometimos deliberadamente».​ Prefirió salvar las vidas de sus compañeros sublevados y elevar la moral de su bando con tal golpe de efecto propagandístico. Al día siguiente, el alto mando afín a Franco se reunió en el aeródromo de Salamanca, le confirmó en su condición de Generalísimo y le confirió el cargo de Jefe de Estado. Como resultado de su decisión, las operaciones bélicas se detuvieron desde el 21 de septiembre (toma de Maqueda) hasta el 7 de octubre (reinicio de la marcha sobre Madrid).

Franco convirtió la liberación de Toledo en un valioso golpe de efecto internacional, llegando a recrearlo, recorriendo los escombros, para las cámaras de los noticiarios que se proyectaron en salas de cine de todo el mundo. Toledo es un lugar de enorme importancia simbólica y patriótica desde la Reconquista.

Curiosamente no consta de forma fehaciente quien dio la orden de colocar las minas, ni la de fusilar al hijo de Moscardó, remiten la conversación a instancias de un civil como es el Secretario del Colegio de Abogados Candido Cabello, quien parece ser el autor de una amenaza que no puede calificarse sino de repugnante y cobarde, pero nunca se ha identificado al responsable del fusilamiento de Luis Moscardó.
En cuanto a la explosión de la mina, es más de lo mismo, por la cronología de los hechos debía de ser el Comandante Ulibarri, pero con la aquiescencia y todas las bendiciones de Francisco Largo Caballero, pero de este segundo personaje ya ha quedado bastante prensa gráfica sobre su forma de pensar y su catadura moral y forma de aplicar e interpretar las leyes.

Saludos :saluting-soldier: :saluting-soldier: :saluting-soldier:
Si ignoras lo que pasó antes de que nacieras, siempre serás un niño.
Marco Tulio Cicerón.


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